GESTIÓN DE LA RABIA “A CORAZÓN ABIERTO”
La rabia es una expresión intensa y primaria de la energía vital; una llama abrasadora que no puede ser ignorada. Es el sistema de alarma de la psique, que avisa para que prestemos atención cuando uno de nuestros límites o barreras ha sido traspasado, cuando un agravio o daño sufrido ha sido negado, o cuando una parte de nuestro ser ha enfermado. La función de la rabia se asemeja a la de la fiebre: ayuda a quemar los elementos no deseados o discordantes. Su propósito es el de restablecer el equilibrio y el bienestar.
Si los síntomas de la fiebre se suprimen o ignoran, lo que pasa es que la enfermedad seguirá su curso. Con la rabia pasa igual. Conviene poner atención al mensaje que nos trae, y así
emplearlo en pro de nuestro crecimiento y bienestar.
Necesitamos recordar que no podemos tomar la rabia que sentimos hacia otra persona como un reflejo fiel de cómo es ella en realidad. Lo que hacen nuestras emociones es simplemente hablarnos y revelarnos más acerca de nosotros mismos que de la otra persona. Ese es el principio de una mayor claridad y capacidad de discernimiento, para que podamos experimentar esa emoción con integridad, desarrollemos nuestra fuerza interna y seamos capaces de actuar de manera asertiva – en vez de agresiva – en nombre de aquello que es
importante para nosotros.
En realidad deberíamos tener dos palabras diferentes: una para designar la “rabia a corazón cerrado” y otra que signifique “rabia a corazón abierto”. En nuestra sociedad la mayor parte de la rabia pertenece a la primera clase. Muchos de nosotros tenemos la costumbre y la inercia de emplear nuestra rabia de manera vengativa, bien para protegernos o para imponer nuestra voluntad sobre otras personas. Puede que nos justifiquemos a la hora de humillar al otro. Puede que creamos que lo hacemos “por su propio bien”. Puede que incluso creamos que estamos haciendo que se acate la voluntad de Dios. La violencia a la que esa inconsciencia da lugar lleva extendiéndose durante generaciones. Esa actitud santurrona es de donde salen, desde hace miles de años, las llamadas guerras “santas”.
La “rabia a corazón cerrado” es destructiva. Aunque hay ocasiones en que expresarla puede ser un regalo para la otra persona ¡siempre que nuestro ego no esté manipulando e intentando usar a la otra persona para que afloje la tirantez! A pesar del acaloramiento y la urgencia que podamos sentir, no necesitamos ser ruines a la hora de expresar rabia. Pues
cuando no hay deseo ni de herir, ni de castigar, ni de culpar, somos capaces de expresarnos con gran claridad y contundencia. Puede que rujamos como un león, pero se tratará de un
rugido sanador. Puede que seamos retadores, pero seremos tremendamente imparciales. Podremos sentirnos indignados, pero nos comportaremos de manera respetuosa. Así es la “rabia a corazón abierto”. Ésta posee una belleza, un fervor y una transparencia que no da lugar a confusión.