UN PARTO PLANETARIO
Si tomamos lo que está pasando al planeta como si del parto de una nueva humanidad se tratara, no es que estemos muriendo; más bien nos encontramos en un estado que, aunque natural, comporta peligros. Acabamos de nacer y todavía no hemos abierto los ojos. Sin embargo ya somos conscientes de que si no cambiamos nuestra manera de actuar, si no ponemos freno al crecimiento demográfico desenfrenado ni acabamos con la contaminación y la guerra, terminaremos autodestruyéndonos. Es evidente que estamos llegando al tope en ese nivel de consciencia y desarrollo que habíamos alcanzado en el vientre de la madre Tierra. Es evidente que nos estamos quedando sin energías fósiles. De forma espontánea estamos empezando a poner límites a nuestro crecimiento demográfico. También estamos intentando coordinarnos a nivel mundial para gestionar una ecología que resulte sostenible; para que todos los miembros de este cuerpo planetario reciban el alimento que necesitan; para gestionar con mayor eficiencia los residuos que generamos; para impedir que más especies se extingan, etc.
Estos llamados “problemas” no indican que algo vaya mal, como tampoco lo indica el crecimiento que experimenta un bebé dentro del vientre de su madre durante el último mes de embarazo. El dolor mismo que ese estado ocasiona resulta vital para que el alumbramiento se dé. Sin la presión de este dolor, jamás pasaríamos a desarrollar todo nuestro potencial. Las crisis que experimentamos son las que nos hacen evolucionar. Son indicadores de avance en nuestro camino evolutivo. Nos fuerzan, bien a que evolucionemos de manera consciente, o a que involucionemos y nos autodestruyamos. Hay una gran diferencia dependiendo del código memético que elijamos utilizar para evaluar nuestra condición actual.
La metáfora de un parto aporta bastante luz.
Si cuando a un bebé le ha llegado la hora de nacer pero permanece en el vientre de su madre, morirá. Ese vientre habrá sobrepasado su capacidad para albergarlo. … Si la madre no supiera que se trata de un alumbramiento, pensaría que se está muriendo, y su reacción al ver a su recién nacido sería ¡de horror! Sin embargo, dado que ella sabe que está pariendo, entiende lo que significa el dolor y está programada hormonalmente para amar a aquel bebé desconocido. Sus pechos se llenan de leche y ella, de manera espontánea, experimentará un amor incondicional por la criatura. No porque cuando crezca se vaya a convertir en abogado o en médico, sino porque está VIVO, y ese es su VALOR.
Sin embargo, ya que nunca hemos sido testigos de las “crisis” en el proceso de parto de otro planeta, mucha gente cree que vamos camino de la extinción, o que somos sus causantes y un fracaso como especie. Cuando seamos capaces de ver nuestro potencial para la vida, no nos volveremos a equivocar. Pero necesitamos adoptar un nuevo código memético que nos sirva de guía, pues de otro modo, como afirmaba Teilhard de Chardin, podemos sentirnos decepcionados por nuestra especie y perder el interés por nuestro porvenir.
Si de manera conjunta somos capaces de abrir nuestra mirada, descubriremos que ya poseemos la capacidad para resolver cualquier problema, así como de poner en marcha nuevas habilidades que antes escapaban a nuestra imaginación.
De hecho, ya estamos empezando a hacerlo.
Así que la humanidad se encuentra en una encrucijada. O bien podemos unirnos de manera consciente para funcionar en sintonía con la Tierra, o bien podemos seguir funcionando con nuestros patrones inconscientes de confrontación y consumo. Si de manera consciente y colectiva elegimos funcionar en sintonía, podremos avanzar por el “sendero fácil”, el cual representa un futuro positivo en el que la humanidad es consciente de su propósito y su poder, y hace una transición relativamente fluida hacia su nuevo estado evolutivo.
--Barbara Marx Hubbard