La ecuanimidad del médico, el cazador y el guerrero.
--por Thanissaro Bhikkhu
Hay tres tipos de ecuanimidad.
En primer lugar, está la ecuanimidad que se da cuenta de que, aunque tengas buena voluntad para todos los seres, compasión y alegría empática, no es cierto que todos vayan a ser felices o que lo sean tan rápido como quisieras. Y hay ocasiones en las que no importa cuánta buena voluntad tengas hacia alguien, todavía habrá algo de sufrimiento. Ahí es cuando tienes que desarrollar la ecuanimidad, darte cuenta de que ciertas cosas simplemente no se ajustarán a tus deseos. Quieres que las cosas te vayan bien, tanto a ti como a l@s demás, pero te topas con un muro de ladrillos. Esto no significa que te rindas. Significa, en cambio, que buscas las áreas en las que puedes marcar la diferencia. Entonces, la motivación básica para este tipo de ecuanimidad es el deseo de felicidad junto con la comprensión de que no sucederá todo el tiempo, ni tan rápido como quisieras, ni en las áreas en las que desearías.
Esto es como la ecuanimidad de un médico. Una persona con una enfermedad acude al médico. El médico quiere ayudar. Lo hace lo mejor que puede. Pero se encontrará con áreas en las que no podrá hacer nada por el paciente. Entonces, en lugar de enfadarse por las áreas en las que no puede hacer nada, se concentra en las áreas en las que sí puede.
Otro tipo de ecuanimidad ocurre en el contexto de la práctica de la concentración. Está relacionado con las instrucciones que el Buda le dio a Rahula cuando empezó a meditar. Le dijo: “Haz tu mente como la tierra. Se arrojan a la tierra cosas bonitas y cosas repugnantes, pero la tierra no reacciona”. Cuando estás meditando, realmente estás tratando de tener la mente bajo control. Estás intentando marcar la diferencia. La atención plena es un principio rector que subyace a la práctica de la concentración y tiene una tarea que tiene presente: tratar de generar cualidades hábiles y tratar de mantenerlas. En otras palabras, no sólo las ves ir y venir. Intentas hacer que vengan y luego evitar que se vayan, pero para ser un buen meditador tienes que tener cierta tranquilidad mental para no forzar las cosas sin habilidad y para que cuando las cosas vayan bien, no te limites a saltar sobre ellas.
Se podría decir que es como la ecuanimidad de un cazador. El cazador tiene que salir a esperar al conejo. Si se emociona cuando llega el conejo, entonces el conejo sentirá su presencia y huirá. O si dispara al conejo y falla y se molesta por eso, no tendrá una segunda oportunidad.
Luego está la ecuanimidad en el contexto de la determinación. Has decidido que tienes una meta y haces todo lo posible para alcanzar esa meta, lo que implica desarrollar todas las demás perfecciones. Esto implicará hacer ciertas cosas que no te gusta hacer y renunciar a ciertas cosas a las que preferirías aferrarte. Además, habrá largos períodos de barbecho en los que las cosas no van bien, y hay que mantener el buen humor y no enfadarse por los contratiempos. Tienes que ser capaz de mantener un fuerte sentido de la dirección que quieres tomar sin rendirte. Ésta es la ecuanimidad de un guerrero, que se da cuenta de que habrá algunas batallas que perderás, pero no puedes enfadarte por ello. Lo tomas con calma y aprendes todas las lecciones que puedas de tus derrotas para poder ganar la guerra.
Ajaan Lee habla mucho de esto en el contexto de lo que ellos llaman los asuntos mundanos: ganancia, pérdida, estatus, pérdida de estatus, alabanza, crítica, placer, dolor. Como él señala, siempre nos gusta el lado bueno (la ganancia, el estatus, los elogios y el placer), pero el lado bueno no siempre es bueno para nosotros. El estatus se nos puede subir a la cabeza. Los elogios se nos pueden subir a la cabeza. La gente tiende a olvidarse de sí misma cuando surge el “lado bueno”. Al mismo tiempo, hay muchas buenas lecciones que puedes aprender cuando las cosas no van tan bien. Cuando hay pérdida material y pérdida de estatus, aprendes quiénes son tus verdaderos amigos. Cuando hay críticas, tienes la oportunidad de aprender. Si la crítica es cierta, te está ayudando porque señala un área en la que quizás te hayas vuelto complaciente. En cuanto a los elogios, hay que tener cuidado con eso, porque a veces hay que preguntarse por qué la gente te elogia: ¿Qué quieren de ti? Tienes que desconfiar un poco de lo que crees que es el lado bueno y no alterarte tan rápido por el lado malo. Esto es lo que te hace seguir adelante, darte cuenta de que no todos los contratiempos son permanentes. Hay maneras de superar esa limitación. Entonces sigues regresando, regresando.
Esa es la ecuanimidad de un guerrero.
Entonces la ecuanimidad es lo opuesto a la apatía y la indiferencia. Es la ecuanimidad la que te permite alcanzar tus objetivos sabiamente y no sufrir en el proceso. Es la cualidad fundamental que mantiene la mente en equilibrio, permitiéndole ver cosas con claridad que de otro modo podría pasar por alto si te emocionas o te sientes molesto porque las cosas van o no como deseas.
Preguntas semilla para la reflexión: ¿Cómo te relacionas con la noción de que la ecuanimidad es lo opuesto a la apatía y la indiferencia? ¿Puedes compartir una historia personal de alguna vez en la que hayas experimentado uno de los tres tipos de ecuanimidad? ¿Qué te ayuda a evitar el apego al "lado bueno"?