Nuestras primeras experiencias
--por el Dr. Gabor Maté
Mi madre tenía distrofia muscular, que es una enfermedad degenerativa de los músculos. Es hereditaria, se transmite en nuestra familia. Por eso, ya no podía caminar, levantarse de la cama, ni siquiera alimentarse bien, por lo que estaba en un asilo de ancianos, mentalmente muy afectada y emocionalmente muy fuerte.
Así que ese día yo iba caminando por el pasillo del asilo de ancianos y cojeaba un poco. ¿Y por qué cojeaba? Porque esa mañana me habían operado la rodilla con una artroscopia, porque me rompí el cartílago de la rodilla al trotar sobre cemento. Así que cojeaba un poco esa tarde. Cuando llegué a la habitación de mi madre, reprimí la cojera. La cojera desapareció. Caminé hasta su cama con indiferencia, la saludé y tuvimos una agradable conversación. Salí de la habitación con un paso perfectamente normal y, cuando cerré la puerta detrás de mí, mi cojera comenzó de nuevo.
Y sólo después pensé: “¿Qué estoy haciendo aquí?”. No fue algo consciente. No lo hice deliberadamente. Por supuesto, estaba claramente tratando de proteger a mi madre de la conciencia de mi dolor. Ahora bien, mi madre, a los setenta y ocho años, no necesitaba que la protegieran del hecho de que su hijo de mediana edad tuviera que cojear el día de la cirugía. Era un mecanismo arraigado en la infancia que se remonta, de nuevo, a mi primer año de vida en el gueto de Budapest, cuando, como mencioné en mi primera visita a su programa, vivíamos bajo la ocupación nazi, una familia judía. Mi padre estaba lejos, en trabajos forzados. Mi madre era una mujer muy estresada, que trataba de hacer lo mejor que podía para asegurar mi supervivencia y la de ella, algo que apenas podía hacer. Aprendí de bebé a reprimir mi dolor para protegerla de él, porque ella ya tenía demasiado, para proteger mi relación con ella. Ahora bien, esos patrones emocionales se arraigan en los niños desde muy pequeños. Y aunque no tengo ningún recuerdo de ese momento de mi vida, el recuerdo de ello vive en mis células y en mi cerebro y se manifiesta en mis interacciones con la gente, incluido ese ejemplo de intentar proteger a mi madre.
Así que, la cuestión es que los seres humanos se moldean muy temprano por lo que les sucede en la vida. De hecho, ya están formados por lo que sucede en el útero. Después del 11 de septiembre, después de los desastres del “World Trade Centre”, en esos ataques terroristas, algunas mujeres que estaban embarazadas sufrieron TEPT, trastorno de estrés postraumático. Y dependiendo de en qué etapa del embarazo sufrieran el TEPT, cuando midieron los niveles de cortisol de sus hijos (el cortisol es una hormona del estrés corporal) al año de edad, esos niños tenían niveles anormales de cortisol. En otras palabras, su sistema de estrés se había visto afectado negativamente por el estrés de la madre durante el embarazo. De manera similar, por ejemplo, cuando observé los niveles de hormonas del estrés de l@s hij@s de sobrevivientes del Holocausto con TEPT, cuanto mayor era el grado de TEPT de la madre, mayor era el nivel de hormonas del estrés del niñ@.
Por lo tanto, la forma en que vemos el mundo, si el mundo es un lugar hostil o amistoso, si siempre tenemos que valernos por nosotr@s mism@s y cuidar de l@s demás o si realmente podemos esperar y recibir ayuda del mundo, si el mundo es hostil o amistoso, y de hecho nuestra fisiología del estrés, está muy determinada por esas experiencias tempranas. Y eso es lo que luego representamos durante gran parte de nuestras vidas, y eso es lo que luego interfiere y afecta nuestra salud.
La implicación de esto para el tratamiento es que cuando alguien llega con un primer episodio de artritis reumatoide o esclerosis múltiple, o incluso un diagnóstico de cáncer, no es suficiente darle pastillas. No es suficiente darle radioterapia u ofrecerle cirugía. También se le debería hablar, invitar y animar a que investiguen cómo viven sus vidas y cómo se estresan, porque puedo decirle por experiencia personal y por observación que a las personas que hacen eso, que adoptan un enfoque más amplio de su propia salud, en realidad les va mucho mejor. Y conozco personas que han sobrevivido a diagnósticos supuestamente terminales simplemente porque se han tomado en serio su propia unidad mente-cuerpo, y yo diría su unidad espiritual.
Preguntas semilla para la reflexión: ¿Qué significa para ti tomar en serio tu propia unidad mente-cuerpo? ¿Puedes compartir una historia personal de una ocasión en la que te diste cuenta del origen de patrones que causaban estrés en su vida? ¿Qué te ayuda a investigar cómo vives tu vida y a aportarle unidad espiritual?
El Dr. Gabor Maté es autor de cuatro libros superventas.