Película de mí, en reproducción las 24 horas del día
- por Krishna Das
¿Qué nos aleja de la suave lluvia de gracia? Es nuestra obsesión sin fin, todo el día, con mi yo, conmigo, lo mío. Nos despertamos por la mañana y comenzamos a escribir "la película de mí": ¿Qué voy a hacer? ¿A donde voy a ir? ¿Cómo voy a llegar? ¿Es suficiente? ¿Es demasiado? ¿Qué va a pasar? ¿Qué me voy a poner? ¿Estoy guapa? ¿Le gusto a él? ¿Por qué no? Todo el día. La película de mí. La escribimos, la dirigimos, la producimos y la protagonizamos. ¡Escribimos críticas que leemos y nos deprimimos! Luego nos vamos a dormir y lo volvemos a hacer al día siguiente. Lo he visto tantas veces. Y aún así, cada vez que enciendo la televisión, ahí está: yo, yo mismo y mis cosas.
Gradualmente (palabra clave) e inevitablemente (la otra palabra clave), las prácticas como el canto espiritual eliminan esta versión subjetiva de la vida al disolver lentamente los apegos que nos mantienen separados de las personas que nos rodean, y separados y aislados de la belleza que vive en nuestros propios corazones. Todo lo que hacemos en la vida está conectado con tod@s y con todo lo demás, pero como estamos encerrad@s en nuestro propio pequeño mundo, cuando nos acercamos para tocar a otra persona, todo lo que tocamos es nuestra versión de la otra persona, y todo lo que l@s demás tocan es su versión de nosotros. Rara vez nos tocamos * realmente * un@s a otr@s.
En 1997, cuando comencé a viajar para cantar con la gente, un amigo me hizo los arreglos para que tocara el kirtan en Tucson, Arizona, en un restaurante de Oriente Medio llamado “The Caravan”. Iba a estar cantando en una pequeña sala de espera que formaba parte de la entrada al restaurante. Al otro lado de esa habitación estaba la cocina. Estaba sentado en el suelo con mi amigo Bub, que tocaba la batería; las ocho o nueve personas que se presentaron para cantar estaban sentadas en sillas junto al pasillo que utilizaban los clientes y los camareros para llegar al comedor.
Los clientes nos miraban con curiosidad; la comida iba y venía de la cocina; se lavaban ollas y sartenes; estaban haciendo “espresso”; y ahí estaba yo, cantando y pensando: ¡Esto se está poniendo feo! Pero estaba equivocado. Cuando estaba a punto de comenzar a cantar el último canto de la noche, Namah Shivaya, dos nativos americanos grandotes (tenían que medir más de seis pies -1,85 cms - y pesar 300 libras -136 Kgs- cada uno) entraron al restaurante irradiando un aura de alcohol. Se dejaron caer en las dos sillas vacías justo frente a mí y miraron sin comprender. Pensé, voy a ir disminuyendo mi canto,porque probablemente estaré muerto antes de terminar.
Empecé a cantar. Y canté de verdad. Cuando Bub y yo acabamos, terminamos con un largo Om. Luego se hizo el silencio excepto por el ruido de la cocina. Estaba sentado con los ojos cerrados cuando me di cuenta de que uno de los chicos se había levantado y estaba de pie, frente a mí, mirando hacia abajo. Miré hacia esta montaña de hombre. "¿Y ahora qué, Maharai-ji? ¿Qué me vas a hacer ahora?" El hombre dijo: "Soy nativo americano. [Pausa.] Estuve en Vietnam. [Pausa.] Sé lo que es real cuando lo escucho. [Pausa muy larga.] Y tú lo has entendido". Mientras se alejaba, comencé a respirar de nuevo.
Estaba tan atrapado en la película de Mí, mi propio programa de quién y de qué tenía miedo, que no había lugar para ver quién era realmente esta persona. Fue muy humillante reconocer cuán profundamente estaba atrapado en mis propias proyecciones, incluso después de toda una noche de cánticos.
Tod@s vivimos en nuestro propio universo hasta cierto punto. Debemos tomar conciencia de la forma en que funcionan estos programas nuestros, y cómo colorean nuestras vidas y nos separan de otras personas, viéndolas solo desde muy atrás de nuestras barricadas privadas. Todo el mundo trae su propio pasado y lleva consigo su propio futuro en cada momento. Llevamos la sensación de que somos lo más importante del universo y que todos los demás existen en relación a nosotros. Te miro y veo la forma en que te vistes y tu pelo, y surgen muchas suposiciones inconscientes sobre quién eres. No es quien eres; es solo mi versión de ti. Eso es lo que hacen los seres humanos. Buda dijo que comparar es en realidad el último tipo de pensamiento que queda. Siempre estamos comparando: Ella es más alta que yo. Él es esto. Ella es eso. Durante todo el día, nos vemos a nosotr@s mism@s a través de los ojos de otras personas.
Preguntas semilla para la reflexión: ¿Qué opinas de la noción de que 'cuando nos acercamos para tocar a otra persona, todo lo que tocamos es nuestra versión de la otra persona, y todo lo que ellos tocan es su versión de nosotros'? ¿Puedes compartir una historia personal de una vez que te diste cuenta de tus propias proyecciones? ¿Qué te ayuda a dejar de comparar?
Krishna Das es seguidor de Neem Karoli Baba, un músico de renombre mundial que ha cantado versos en sánscrito en los Grammy. Extracto de su autobiografía, Chants of a Lifetime.