The Sacred Art of Pausing

Author
Tara Brach
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Image of the WeekEl sagrado arte de pausar.
Por Tara Brach.


En nuestras vidas nos encontramos a menudo en situaciones que no podemos controlar, circunstancias en las cuales ninguna de nuestras estrategias funciona. Desamparados y angustiados, intentamos frenéticamente gestionar lo que está sucediendo. Nuestro hijo pega un bajón en las notas del cole y le lanzamos una amenaza tras otra para enderezarlo. Alguien dice algo que nos hace daño y lo atacamos rápidamente o nos retiramos. Cometemos un error en el trabajo y nos esforzamos por taparlo o nos salimos de nuestro camino para compensarlo. Nos enfrentamos a confrontaciones emocionalmente cargadas, ensayando y elaborando estrategias nerviosamente.

Cuanto más tememos al fracaso, más frenéticamente funcionan nuestros cuerpos y mentes. Llenamos nuestros días con movimiento continuo: planificación mental y preocupación, habla habitual, arreglos, rascarse, ajustes, telefonear, merendar, desechar, comprar, mirarse en el espejo.

¿Cómo sería si, justo en medio de esta ocupación, quitáramos conscientemente las manos de los controles? ¿Qué pasaría si paráramos intencionalmente nuestros cálculos mentales y nuestro correr y, por un minuto o dos, simplemente hiciésemos una pausa y nos diésemos cuenta de nuestra experiencia interior?

Aprender a pausar es el primer paso en la práctica de la Aceptación Radical. Una pausa es una suspensión de actividad, un tiempo de retirada temporal cuando ya no estamos avanzando hacia ninguna meta. La pausa puede ocurrir en medio de casi cualquier actividad y puede durar un instante, horas o temporadas de nuestra vida.

Podemos hacer una pausa en nuestras responsabilidades continuas sentándonos a meditar. Podemos hacer una pausa en medio de la meditación para dejar ir los pensamientos y despertar nuestra atención a la respiración. Podemos hacer una pausa al salir de la vida diaria para ir a un retiro o para pasar tiempo en la naturaleza o para tomar un año sabático. Podemos hacer una pausa en una conversación, dejando ir lo que estamos a punto de decir, con el fin de escuchar realmente y estar con la otra persona. Podemos hacer una pausa cuando nos sentimos de repente emocionados, o encantados, o entristecidos, permitiendo que los sentimientos jueguen en nuestro corazón. En una pausa simplemente discontinuamos lo que estamos haciendo -pensando, hablando, caminando, escribiendo, planificando, preocupándonos, comiendo- y nos hacemos completamente presentes, atentos y, a menudo, físicamente quietos.

Una pausa es, por naturaleza, limitada en el tiempo. Reanudamos nuestras actividades, pero lo hacemos con mayor presencia y más capacidad para tomar decisiones. En la pausa antes de hundir nuestros dientes en una barra de chocolate, por ejemplo, podríamos reconocer el excitante hormigueo de la anticipación, y tal vez una nube de fondo de culpa y auto-juicio. Podemos entonces elegir comer el chocolate, saboreando completamente las sensaciones del gusto, o podemos decidir omitir el chocolate y salir a correr un rato. Cuando nos detenemos, no sabemos qué pasará después. Pero al interrumpir nuestros comportamientos habituales, nos abrimos a la posibilidad de formas nuevas y creativas de responder a nuestras necesidades y temores.

Por supuesto, hay momentos en los que no es apropiado parar. Si nuestro hijo va corriendo hacia una calle muy transitada, no nos detenemos. Si alguien está a punto de golpearnos, no nos quedamos allí, descansando en el momento, sino que rápidamente encontramos una manera de defendernos. Si estamos a punto de perder un vuelo, corremos hacia la puerta de embarque. Pero gran parte de nuestro ritmo resuelto y control habitual en la vida cotidiana no sirve para sobrevivir, y desde luego tampoco para prosperar. Surge de una ansiedad flotante sobre algo que está mal o no es suficiente. Incluso cuando nuestro miedo surge ante el fracaso real, la pérdida o incluso la muerte, nuestra tensión y esfuerzo instintivos son a menudo ineficaces e imprudentes.

Quitar nuestras manos de los controles y hacer una pausa es una oportunidad para ver claramente los deseos y miedos que nos están conduciendo. Durante los momentos de pausa, nos hacemos conscientes de cómo la sensación de que algo falta o está mal nos mantiene inclinados hacia el futuro, en nuestro camino hacia otro lugar. Esto nos da una opción fundamental a la hora de responder: Podemos continuar con nuestros intentos inútiles de administrar nuestra experiencia, o podemos enfrentar nuestra vulnerabilidad con la sabiduría de la Aceptación Radical.

A menudo, el momento en que más necesitamos hacer una pausa es exactamente cuando sientes que es más intolerable hacerla. Detener un ataque de ira, o cuando estás abrumado por el dolor o lleno de deseo, puede ser lo último que queramos hacer. Pausar puede hacernos sentir como si cayésemos desamparadamente a través del espacio: no tenemos idea de lo que va a pasar. Tememos que podamos ser engullidos por la crudeza de nuestra rabia o pena o deseo. Pero sin abrirse a la experiencia real del momento, la Aceptación Radical no es posible.

A través del arte sagrado de detenerse, desarrollamos la capacidad de dejar de escondernos, de dejar de huir de nuestra experiencia. Comenzamos a confiar en nuestra inteligencia natural, en nuestro corazón naturalmente sabio, en nuestra capacidad de abrirnos a lo que surge. Como despertar de un sueño, en el momento de detenerse nuestro trance retrocede y la Aceptación Radical es posible.


Preguntas semilla para la reflexión: ¿Cómo te relacionas con la sugerencia de quitar conscientemente nuestras manos de los controles y darnos cuenta de nuestra experiencia interior? ¿Puedes compartir una historia personal de algún momento en el que hicieses eso? ¿Qué te ayuda a recordar que tomes una pausa sagrada?
 

Excerpted from here. Tara Brach’s teachings blend Western psychology and Eastern spiritual practices, mindful attention to our inner life, and a full, compassionate engagement with our world. 


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